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"Las calles de Villaguay para mí se volvieron tenebrosas"

lunes, 10 de abril de 2017
 Una víctima de violación advierte que su agresor está libre
      Una joven de Villaguay confesó públicamente este fin de semana que las calles de la ciudad "se volvieron tenebrosas" para ella porque su padre, condenado hace unos meses a 12 años de prisión por abusarla sexualmente desde que era menor de edad, se encuentra en libertad.


"Lo sucedido con Micaela García fue para mí la gota que derramó el vaso. Nunca quise hablar de lo que pasó conmigo pero hoy decido hacerlo: estoy asustada y necesito ayuda porque vivo todos los días con el miedo de amanecer muerta", expresó la chica en la red social Facebook.

 "Las calles de Villaguay para mí se volvieron tenebrosas porque él anda libre como si nada. Sólo Dios sabe lo que vivo todos los días. Hoy lo grito a los cuatro vientos porque no quiero ser una más como Micaela ni tampoco que le pase a alguien más lo que le ocurrió a ella y a otras tantas mujeres", agregó.

      Además responsabilizó a la Justicia porque "no hace lo que tiene que hacer" y pidió "¡ayuda por favor!" no sólo en su caso particular, para que el violador cumpla su condena en la cárcel, sino también en todos los demás casos, para evitar más muertes inocentes.

      La joven acompañó su texto con la foto de una página de EL PUEBLO de noviembre de 2016 en la que se informa que "la Cámara del Crimen de Concepción del Uruguay condenó a 12 años de prisión a un comerciante de Villaguay por abusar sexualmente de su hija menor de edad durante ocho años". Además se tuvo en cuenta la condición de "ascendiente" y la convivencia del violador con su víctima.
     
      Sin embargo, los jueces Alberto Seró, Mariano Sebastián Martínez y Alejandrina Herrero dispusieron que el condenado continuara libre "hasta que la sentencia se torne ejecutable", sin explicar qué significa tal cosa.

      Además ordenaron una serie de reglas de conducta, como la prohibición de que el sujeto se acercara a menos de 200 metros de su víctima. Similares condiciones a las que le impuso el año pasado el juez de Gualeguaychú, Carlos Rossi, a Sebastián Wagner, principal sospechoso de violar y asesinar hace unos días a Micaela García en Gualeguay.

      El artículo publicado por este diario señala también que durante el juicio se logró probar que el violador se valía de "la superioridad económica y de la relación de autoridad sobre su hija" para "someterla perversamente, cosificarla y manipularla, en un contexto intrafamiliar que perduró en el tiempo".

      Se recuerda además que la víctima pudo expresar cómo fueron evolucionando los abusos sexuales cometidos en su perjuicio. Relató, por ejemplo, que los ataques comenzaron a ocurrir en el local comercial de su padre, en la zona céntrica de Villaguay, cuando ella tenía 13 años, y describió con detalles la habitación que existía por entonces en ese lugar.

      "Recién en 2011, después de ocho años de abusos sexuales, la chica pudo romper el vínculo, alejarse de su violador, denunciarlo y comenzar a reconstruir su vida", dice el artículo. No obstante, la propia joven confiesa ahora que le resulta muy difícil llevar una vida tranquila porque sabe que su violador anda suelto.
     

 Pericias

      Durante el juicio, el perito oficial Rafael Chappuis se explayó sobre las secuelas que dejan ese tipo de ataques, y los costos que implicaron para la víctima el animarse a denunciar a su padre.

      "La acusación implicó para una asunción de pérdidas no sólo en lo psicológico, sino también en la relación parental familiar, en lo social y en lo económico", describió el profesional.

      A la declaración del psicólogo y de varios testigos, se sumaron las pruebas introducidas por el Equipo Técnico del Juzgado de Familia y Penal de Menores y de la Asistente Social del Poder Judicial, que permitieron reconstruir los dichos de la víctima y posibilitaron al Tribunal arribar a la condena.

      Pese a todo ello, los jueces aclararon que el violador recién iría a la cárcel cuando "la sentencia se torne ejecutable". Es decir, se trató de una condena meramente teórica, apenas declarativa, que no se tradujo en hechos concretos y que ahora está provocando que la víctima, según sus propias palabras, padezca todos los días "el miedo de amanecer muerta".